jueves, 19 de agosto de 2010

Cuando el talento es maldito



La expresión tan repandida “poetas malditos” tiene su origen en un libro de Paul Verlaine llamado “Les poetes maudits”, publicado en 1888. El escritor francés escribe ese texto como una suerte de homenaje a su amigo poeta y amante Arthur Rimbaud y en él evoca y elogia a toda una serie de poetas contemporáneos como Tristan Corbiere o Stéphane Mallarmé, realizando una verdadera galería de la poesía francesa de fin de siglo. De más está decir que el libro de Verlaine le sirvió a muchos de esos poetas hasta ahora desconocidos a afirmarse en el terreno literario galo.
El uso de la expresión “poetas malditos”, ante la influencia de la obra de Verlaine, se extendió a todos los dominios nacionales y pasó a designar así a todo aquel escritor talentoso, poco importase su nacionalidad, que presentase un dejo de incomprensión social y una cierta tendencia provocante (léase autodestructiva por el consumo de drogas o alcohol) y cuyos textos, dado su alto nivel de codificación poética, fuesen de oscuros significados.
Podríamos agregar, casi como una extraña coincidencia, que la mayoría de estos poetas padecieron una muerte abrupta y prematura, antes de que su herencia literaria fuese ampliamente reconocida: Arthur Rimbaud, ya es bien sabido, escribió todo lo que tenía que escribir hasta la edad de 21 años para luego partir a Africa y morir a los 37 años;Tristan Corbière muere en 1875 a la temprana edad de 29 años, luego de una vida de soledad y enfermad; Baudelaire muere a los 46 años luego de ser perseguido durante 10 años por “ofensa a la moral religiosa y a las buenas costumbres” luego de la publicación de su obra maestra “Las flores del mal“; Edgan Allan Poe fallece a los 40 años bajo circunstancias oscuras -aparentemente lo habrían emborrachado y drogado. Y la lista podría seguir extendiéndose.


El adjetivo maldito tendría entonces que ver con una temprana actitud de oposición frente a la sociedad, una vida complicada y una difícil interpretación poética. A partir de ésto podemos decir que la noción de “poeta maldito” se focaliza en el concepto de incomprensión: incomprensión social e incomprensión literaria.
La idea de incomprensión lleva consigo toda la estética del movimiento romántico de principios del S XIX que veía en la personalidad del artista a un genio incomprendido. Según Baudelaire, el genio (cuando digo genio lo utilizo en su concepción romántica, es decir como sinónimo de artista) es un reloj que adelanta. La hora del artista va delante de la hora del resto de los mortales. Esta definición implica que el genio está siempre adelantado a su época y que, a causa de ese adelantamiento, no puede ser entendido. Pero “entendido” en el sentido más amplio del vocablo francés “entendu“: comprendido y oído. Desde el punto de vista etimológico, el verbo entendre tiene una particular evolución desde el latín hasta el francés contemporáneo. Entendre comparte su origen con el “entender” español, ambos vienen del latín intendere, “tender algo hacia algún lado”. Pero, como toda lengua es metafórica, pasó a significar primero, en el sentido figurado, “tender, dirigir su mirada o su mente hacia” y más tarde “prestar atención, escuchar, comprender”. En el francés antiguo se podía utilizar bajo tres acepciones:
En el área lingüística de la audición: “tender la oreja”, lo que implicaba una actitud activa del sujeto (sinónimo de “interesarse por” o “prestar atención”) o “recibir por medio de la oreja”, lo que significaba una posición pasiva (sinónimo de “oir”);
En el área del intelecto: “comprender”;
En el área de la voluntad: “tener la intención de” (recordemos la raiz latina “tendere”, “tender”, y su cercanía lingüística con la idea de “tensión” y entonces con “in-tención”- en francés “intention”);
Hoy en día en Francia entendre es utilizado ampliamente como sinónimo de “oir” (ouïr en francés). Todas sus otras acepciones han perdido una buena parte de su uso.
Sin embargo, la pluralidad semántica del verbo francés entendre nos ayuda a comprender mejor la idea de Baudelaire. El poeta maldito no puede ser ni comprendido (el verbo entendre tomado según su acepción intelectual) ni escuchado (entendre en el sentido contemporáneo que le otorga el habla francesa). Esta incomprensión total es la base de la superioridad del artista (su reloj adelanta).
Pero al mismo tiempo, e irónicamente, esta incomprensión de la genialidad del artista es lo que justificó (sigue justificando dirán algunos) todo el trabajo del crítico literario. Esto significa lo siguiente: como el artista adelanta y como ese adelantamiento vuelve difícil su comprensión pública, el rol del crítico sería el de intentar acercar la obra del genio al simple lector mediante la interpretación acertada de la potencia estética de la obra del escritor maldito. El trabajo del crítico consistiría en develar, descubrir, la significación oculta en los oscuros e incomprendidos versos del poeta. Su labor sería entonces la de un relojero que busca poner en hora al reloj del público.
Ahora bien, al principio de este texto afirmé, al pasar, que los poetas malditos se estaban extinguiendo. Antes de que alguno ponga el grito en el cielo explicaré a lo que me refiero: lo que está desapareciendo es la visión del artista como genio cuyo reloj adelanta. Ahora, con la evolución de los sistemas de comunicación y el aumento de la velocidad en la producción-recepción de los mensajes, la hora del público está tendiendo a acercarse a la hora del artista. La producción y la recepción se producen casi simultáneamente y, cada vez más, las esferas cambian de lugar: el receptor se vuelve productor y viceversa. Las producciones literarias interactivas y on line se dirigen hacia una participación activa del lector, que en un abrir y cerrar de ojos se vuelve escritor, proponiendo sus textos y corrigiendo los textos de otros. De esta manera el escritor y el lector comparten ya el mismo tiempo, el mismo horario: el tiempo real.

http://www.leergratis.com/literatura/poetas-malditos.html

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