domingo, 10 de octubre de 2010

El maestro de los puntos coloridos: Georges Pierre Seurat


Georges Pierre Seurat (1859-1891).



por Milko A. García Torres
Recopilación de la colección "Grandes pintores del siglo XX",
Ed. Globus Comunicación S.A. y Ediciones Polígrafa S.A.




Seurat nace en París en el seno de una familia modesta, pero desahogada económicamente, lo que le permitirá mantener durante toda su vida una inusual posición de independencia respecto a los imperativos del mercado artístico y perseverar en una obra radical, que apenas encontrana compradores.
Tras asistir a la escuela municipal de dibujo, con 18 años es admitido en la Escuela de Bellas Artes y se inscribe como alumno en el estudio de Henri Lehmann, un discípulo de Ingres. Estudiante poco brillante, sus abundantes lecturas le permiten escapar de un ambiente de mediocre academicismo. En esta época descubre las teorías científicas de los colores de Eugéne Chevreul y de Ogden Nicholas Rood, estudia con detenimiento el Tratado de pintura de Leonardo da Vinci y se interesa por las investigaciones de Maxwell sobre la naturaleza física de la luz.

La huella del realismo

En 1881, con el fin de sintetizar las enseñanzas de Rood y Chevreul, dibuja un diagrama/disco en el que reúne todos los colores del arco iris, de forma que con una rápida mirada pudiera identificarse el complementario de cualquier color. En este momento aparecen ya los temas que serán constantes en su producción: el paisaje y la vida popular. En sus primeras obras, cuadritos de pequeño tamaño pintados al aire libre, que el artista llamaba croquetons (de croquer, esbozar), se refleja su admiración por la pintura realista de Courbet y Millet, especialmente en la elección de escenas de campesinos y trabajadores en el campo.

El Divisionismo.

El primer intento por aplicar sus investigaciones teóricas es también su primera obra maestra, Un baño en Asnieres, comenzada en la primavera de 1883. Esta pintura de grandes dimensiones refleja ya el método de su trabajo, radicalmente distinto al de los impresionistas. Frente a la inmediatez de éstos, Seurat preparó minuciosamente su obra, realizando diez dibujos y catorce estudios al óleo sobre pequeñas tablas. La pintura no es admitida por el jurado del Salón oficial de 1884, por lo que Seurat la presenta en la primera exposición del recién creado grupo de los Independientes, compuesto por otros artistas que habían visto su obra rechazada. Pese a su poco favorable ubicación -por su tamaño estaba colgado en la cantina-, el cuadro despierta la admiración de críticos como Roger Marx o Félix Fénéon, quien más tarde acuñaría el término de neoimpresionismo para definir el movimiento y, especialmente, la de un joven pintor, Paul Signac, que habría de convertirse en el fiel compañero de Seurat. En verano de ese mismo año inicia la que será su obra más importante, Un domingo por la tarde en la Grande Jatte, donde, aconsejado por Signac, prescinde de los tonos terrosos e incorpora una gama de colores muy viva, al modo de los impresionistas.La ejecución de este inmenso cuadro es extremadamente laboriosa y combina estudios del natural, realizados con rápidas pinceladas, con sesiones en el estudio.
Terminada esta obra, pasa el verano de 1885 en Grandcamp, pequeño puerto de la costa normanda donde pinta marinas con una aplicación más rigurosa de los principios del divisionismo, empleando por vez primera la técnica de pequeños puntos de color, que sería el origen del término puntillismo. En esta línea, ya de regreso a París, retocará sistemáticamente alguna de sus obras anteriores.


Consolidación
Los años siguientes son de propagación del movimiento divisionista, gracias a la asimilación de sus principios por un personaje tan notable como Carnille Pissarro, uno de los patriarcas del impresionismo, así como ala decidida labor de divulgación emprendida por Signac; una actividad que casi nunca contaría con el apoyo de Seurat, quien temía ver su obra imitada si, sus secretos se desvelaban. En 1886 participa con La Grande Jatte en la octava y última exposición de los impresionistas, donde las obras divisionistas despiertan la burla de los sectores tradicionales, pero suscitan el interés de un buen número de artistas jóvenes. Entre ellos se encuentra un grupo de pintores y músicos belgas, reunidos bajo el nombre de los XX, que invitaron a Seurat a su exposición del año siguiente. La presentación en Bruselas de La Grande Jatte generó una encendida polémica y confirmó al pintor como líder indiscutido del grupo.
De regreso en París, Seurat inicia una nueva obra, Las modelos, en la que aplica de forma más estricta los principios del divisionismo, reduciendo aún más el tamaño de los puntos de color. Esta técnica, que había merecido el apelativo poco amable de puntillista, comenzaba a irritar no sólo al público, que todavia no había asimilado las innovaciones impresionistas, sino a los propios seguidores de Seurat; en concreto, Signac apuntaba los riesgos de una ejecución que desviara la atención del espectador y se erigiera en protagonista de la obra.

El color y la línea

Cuando aún no ha concluido Las modelos, el artista se propone aplicar de forma más rigurosa las ideas del matemático Charles Henry -a quien había conocido en la última exposición de los impresionistas- sobre las correspondencias simbólicas y emocionales de las líneas y sus direcciones. El resultado es La parada del circo, un cuadro que Seurat presentará en el cuarto Salón de los Independientes con gran éxito y que explicaba así: "Las Panateneas de Fidias eran una procesión. Yo quiero mostrar a los modernos moviéndose como en los frisos, reducidos a sus elementos esenciales, colocarlos en cuadros combinados según armonías de colores por medio de la dirección de los matices y según armonías de líneas mediante su orientación, disponiendo línea y color en mutua relación". El carácter estático de este cuadro contrasta con la alegría dinámica de sus dos últimas obras maestras, Le Chahut y El circo, cuya estilización decorativa se halla próxima al Art-Nouveau. Seurat vive sus últimos años en un ambiente de creciente aislamiento; los continuos recelos a explicar sus teorías por miedo a ser copiado, su carácter altivo, harán que el resto de los divisionistas mantenga con él una relación distante, salpicada de malentendidos. No obstante, siempre conservarían hacia el que consideraban su maestro una actitud de respeto y admiración. Su temprana muerte, cuando aún no había cumplido treinta y dos años, habría de suponer un duro golpe para todos ellos.

http://www.imageandart.com/tutoriales/biografias/seurat/seurat.html

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