viernes, 9 de julio de 2010

La cultura de la imagen segun Vilem Flusser

Vilém Flusser y la crisis actual de la cultura
(Dr. phil.) Breno Onetto
Instituto de Filosofía y Estudios Educacionales
Escuela de Artes Visuales - Universidad Austral de Chile
Vilém Flusser es un filósofo, teórico de los medios, de origen checo, que hizo de la imagen
técnica y su función en la sociedad post-industrial, de los aparatos y medios culturales de la
comunicación, desde la máquina fotográfica hasta el ordenador, su reflexión teórica
fundamental. De allí que su principal ocupación fuera, en el fondo, la cultura de la imagen:
nuestro futuro cultural inmediato. La imagen actual es una “imagen técnica”, se dirá también
“imagen sintética” (E. Couchot), una superficie con significado que puede ser trasladada de un
soporte a otro, se aprende con una sola mirada y es generada por aparatos ya programados.
No las hace más la mano humana, como es el caso de las imágenes que las antecedieron
(pinturas, vitrales, tapices o mosaicos). Lo esencial que la caracteriza es que a diferencia de
éstas, la imagen técnica parece despreciar su soporte material. La información, el mensaje no
se pega a él como lo hacía el óleo en la tela (pudiendo trasladar la imagen de un soporte de
vídeo, por ejemplo, a uno digital o electromagnético donde es almacenado o proyectado) y, por
lo mismo, no posee ya más un valor como objeto en sí sino como pura información, como un
mapa ordenador del mundo de las escenas que significa, “como un sistema de símbolos
bidimensionales capaz de significar escenas”, dirá el teórico checo.
Al desistir de la realidad material, el hombre de la nueva sociedad ha ido cambiando asimismo
el sentido de posesión de los objetos, el significado de conceptos como el de distribución o de
propiedad de los objetos que muestran las imágenes. La nueva “sociedad de la información”
parece querer superar tales conceptos. Piensa que los “valores” (estéticos, éticos o
epistémicos) y la “realidad”, esto es, el “deber ser” y el “ser” residen, de ahora en adelante, en
el mundo de las imágenes. Y únicamente quien pueda descifrar la imagen podrá ver a través
de ella su significado. El soporte material será siempre el “significante” y el mundo de las
escenas el “significado”, lo abstraído del mundo concreto. El mundo de afuera servirá pronto
sólo de pretexto, pues es la imagen, en definitiva, la última realidad. Efectivamente, la imagen
no es más simbolización de un “afuera” sino materialización en el software o hardware por
ejemplo, de los productos de conceptos científicos. Una sociedad que viva, sienta, se
emocione, piense y actúe en función de filmes, de la tv, de vídeos, de juegos electrónicos,
fotografías u otras realidades virtuales, no pareciera tener que descifrar más tales imágenes,
que se leen en su superficie sin necesidad de explicación o critica alguna; solo que verlas no es
idéntico a ver frescos etruscos o las cuevas de Altamira, ya que no significan el entorno
inmediato en que vivimos. Tales imágenes parecen ser síntomas de un mundo, de situaciones
significadas por las escenas de ese mundo abstraído y bidimensional. Un dato del mundo, en
donde el poder socio-económico se ha ido trasladando, cada vez más, de los propietarios de
los objetos (materias primas, energías, máquinas) a los detentadores o productores de la
información, a los “programadores”. Donde el mundo objetivo que pareciera ir en decadencia
consigue hacer que el mundo simbólico emerja como centro de interés existencial,
haciéndonos olvidar su carácter irreal para entregar nuestra fe y confianza a lo virtual como
sede última del valor y de lo real. Tal mundo es el que tendrá que modelar la acción y la
experiencia más íntima del hombre en el futuro. ¿Qué otro empeño actual podría hacerlo? y
¿por qué rechazarlo o criticarlo?
Descendiente de una erudita familia judía, Vilém Flusser nace en Praga el 12 de Mayo de
1920. En 1939 huye a Londres, emigrando un año después, ya expatriado, a la emergente
ciudad de Sao Paulo donde se asentará por más tres décadas antes de buscar emigrar otra
vez a Europa. Paralelamente a sus estudios informales de filosofía y ciencias, trabajó diez años
como manager para una firma familiar, las industrias radio-electrónicas Stabivolt de Brasil,
donde permaneció hasta 1961, año que da inicio a su actividad educadora, primero en casa,
con un grupo reducido de alumnos, enseñando filosofía del lenguaje y más tarde arte
dramático, cine y teoría de la comunicación en escuelas técnicas superiores y en la
Universidad de Sâo Paulo. Fue profesor visitante en distintas universidades de Europa y
Estados Unidos. Llamado también por el gobierno brasileño a conformar el consejo de la Bienal
de Arte de Sao Paulo (1964). Partícipe de varias publicaciones en periódicos y revistas de todo
el orbe, libros en portugués, alemán y francés, han sido éstas quienes se han encargado en el
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último tiempo de difundir sus ideas más innovadora en torno a una teoría de los medios o
“comunicología” -como él la enseñase. Una teoría que se ocupa de la transmisión, el
almacenamiento y la re-producción de la información, las formas y códigos como esto se
sucede desde las cuevas hasta la tecnología actual de la información, haciendo suya también
la crisis o la última revolución cultural en la que se halla inmerso el hombre moderno, cercado
de una marea de indescifradas y fascinantes “imágenes técnicas” que no hacen sino
condicionar la experiencia, el sentir y el saber de la sociedad post-industrial o pos-histórica.
Donde pareciera no haber evento alguno allí donde falta la imagen que lo cubra, informe o
grabe.
“Por una filosofía de la fotografía” (1983) ha sido el texto clave que dio a conocer a Flusser en
Europa, un texto vertido a más de diez lenguas. Flusser presenta allí esta relación del hombre
con la imagen técnica, la relación dialéctica entre “aparato y funcionario”. Pone énfasis en la
fotografía como un minuto de cambio en la cultura, de cesura entre la vieja imagen tradicional y
la nueva imagen técnica. Un cambio de paradigma fundamental como lo fuera también el
tránsito de la cultura oral a la cultura escrita (E. Havelock, M. Mc-Luhan, W. Ong). Esa es la
tarea asignada hoy al pensamiento, y a ella dedicó Flusser su obra, situando de antemano la
razón última que dirige a la comunicación humana: “El objetivo de la comunicación humana es
hacernos olvidar el contexto de insignificación en el que estamos totalmente solos e
incomunicados, es decir, aquel mundo en el que nos sentamos condenados a la individualidad
y a morir: el mundo de la naturaleza.” Nuestro mundo vive desde y en ese mundo de las
imágenes técnicas y la escritura va perdiendo cada vez más en grosor y relevancia. El universo
de fotos, films, vídeos, pantallas de tv y terminales de computación recogen hoy la función
encargada otrora a los textos escritos, ellos han de ser los soportes futuros de las
informaciones más importantes para la vida. La memoria ortopédica del hombre. Sus
consecuencias son aún desconocidas. El hombre ha comenzado a experimentar, conocer y
valorar el mundo ya no como texto unidimensional, procesual e histórico sino en forma
bidimensional, como superficie, como contexto, como escena. Y no saber descifrarlo bien lo
hace presa fácil de ese ritual mágico de su fascinación inmediata. Y puesto que nuestra vida
depende, a diferencia del animal, mucho más de la información obtenida por el saber adquirido
en lugar del heredado genéticamente, la estructura del soporte de la información es crucial y
decisiva para nuestro modo de conocer, valorar y actuar, lo que ha de provocar una mutación
necesaria del pensar, un cambio radical de nuestro inmediato ser en el mundo. Tal es lo que el
checo ha llamado la “crisis actual de la cultura”. Vilém Flusser muere el 27 de noviembre de
1991 en un accidente de tránsito, cerca de la frontera checo-alemana. De sus textos, se han
publicado ya algunas obras escogidas en diez volúmenes: la Edition-Flusser, editada por
Andreas Müller-Pohle, en Göttingen: European Photography. Su legado, aún en plena revisión,
se halla ubicado en el Archivo-Flusser de la Academia de Arte para Medios, en la ciudad de
Colonia, Alemania.
El texto que sigue, y que hemos sacado de una recopilación hecha en los noventa en
Alemania, recoge la preocupación por ese cambio de paradigma desde lo textual a lo visual,
caracterizando precisamente a ese mundo que está desapareciendo y cómo es que ha de
mantenerse, si es que a futuro ha de seguir existiendo.
Breno Onetto (Dr. phil.)
Instituto de Filosofía y Estudios Educacionales
Universidad Austral de Chile
Bibliografía de Flusser en español:
-Una filosofía de la fotografía. Madrid: Editorial Síntesis, 2002
-Los gestos: fenomenología y comunicación. Trad. de Claudio Gancho. Herder-Barcelona 1994.
-Filosofía del diseño: la forma de las cosas. Traducción de Pablo Marinas. Prefacio de Gustavo
Bernardo. Madrid: Editorial Síntesis, 2002.
-Vilém Flusser, Apariencia digital. En: Pensar el cine 2. Cuerpo(s), temporalidad y nuevas
tecnologías. Gerardo Yoel (compilador). Editorial Manantial, Buenos Aires 2004.
-¿Agrupacion o conexión? en: Gianetti, Claudia. Ars telemática: telecomunicación, Internet y
ciberespacio. Barcelona: L'Angelot, 1998, p.13-16. Traducción de Claudia Gianetti.
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La sociedad alfanumérica1 (Vilém Flusser)
El tema “leer” puede ser entendido en un sentido amplio y en un sentido estrecho. En un
sentido amplio significa el desciframiento de signos escritos, en general, y en un sentido
estrecho el desciframiento de las veintiséis letras de nuestro alfabeto. Aquí se trata de un
encuentro de la Academia Alemana de la Lengua y de la Poesía en cuyo centro está el hablar.
Nuestros alfabetos son códigos que tienen como propósito hacer visible el hablar: las letras son
dibujos cuyos tonos (sonidos) recodifican el lenguaje hablado hacia lo visual. Por consiguiente,
aquí se tendría que reflexionar el concepto “leer” en un sentido estrecho. Con esto, empero, no
daríamos cuenta precisamente de la actual situación de la cultura. Pues nuestra situación se
caracteriza en que aún no ha irrumpido en ella el hecho de hacerse conscientes de que las
letras están perdiendo su función. Existen actualmente métodos más funcionales para hacer
visible los sonidos hablados y, también, métodos que en general tornan superficial este hacer
visible.
La primera pregunta debería ser: ¿cómo fue que se introdujeron signos visuales para sonidos
hablados? En efecto, no es fácil darse cuenta, a primera vista, por qué uno no se conforma con
los signos, los que significan ellos mismos el pensamiento, esto es, con los “ideogramas”, en
lugar de tomar el largo desvío a través del pensamiento hablado, como es el caso con las
letras. Una posible respuesta a esta pregunta dirá que, nosotros, los hombres, tenemos la
misteriosa capacidad de traspasar a las generaciones venideras no sólo informaciones
heredadas sino que también informaciones adquiridas. Esta capacidad se halla en
contradicción con nuestra condición biológica (con las leyes de Mendel). Somos capaces de
cifrar las informaciones adquiridas en símbolos, de transferir estos símbolos al entorno y de
reclamarlos luego, otra vez, desde allí. En efecto, con el objetivo de superar este
condicionamiento biológico nos servimos de los órganos biológicos nuestros que nos han sido
dados, sobretodo de la extraordinaria y compleja boca y de las no menos complejas manos.
Este hecho, que nosotros seamos biológicamente capaces de sobrepasar nuestro
condicionamiento biológico, no contribuye a hacer menos misteriosa la cosa.
Desde que existen humanos (y por cierto mucho tiempo antes de la aparición de nuestro propio
tipo humano), se han empleado la boca y las manos para transmitir símbolos al entorno.
Gracias a la coordinación de la lengua, los dientes, los labios, el paladar y la caja toráxica, el
aire se ha trasformado en vibraciones y estas vibraciones se han convertido en fonemas para
significar informaciones adquiridas: se habló. Y gracias a la coordinación de ambas manos y de
sus dedos, los objetos duros fueron transformados (“informados”) (sobre todo piedras, huesos y
maderas) para significar las informaciones adquiridas. Las informaciones transmitidas por el
aire pueden denominarse “cultura oral” y las transmitidas por los objetos duros “cultura
material”. Se trata de dos soportes diferentes de la memoria. El aire tiene la ventaja de no
ofrecer resistencia alguna a la impresión de las informaciones, pero para esto la desventaja de
estar abierto a los ruidos, y debido a éstos perder rápidamente las informaciones impresas en
ellas. Los objetos duros tienen la ventaja de preservar las informaciones por largo tiempo, para
ello la desventaja de ofrecer resistencia a lo impreso y a través de esto distorsionar las
informaciones. La cultura oral es más articulada que la material, pero es huidiza y la material es
más duradera que la oral, pero menos dúctil. El alfabeto fue inventado para vincular las
ventajas de ambas culturas y para minimizar sus respectivas desventajas. La biblioteca es un
soporte de la memoria, que es a lo menos igual de articulado que la cultura oral, e igual de
duradero que la material. No cabe duda que en la actualidad disponemos de apoyos de
memoria que son más ampliamente articulados y duraderos que las bibliotecas.
La mayor parte de las informaciones que fuera recogida en la cultura oral la hemos ido
perdiendo. Las disciplinas que se ocupan con su investigación apenas alcanzan a llegar hasta
la edad del bronce y no tenemos ninguna idea de cómo hayan hablado nuestros antepasados
paleolíticos. Todas las lenguas que se hallan a nuestro alcance son códigos tardíos, complejos
y refinados (también, y sobretodo, las llamadas lenguas “primitivas”). Dicho groseramente
podemos distinguir tres estructuras fundamentales de códigos lingüísticos: las lenguas
1 El texto original en alemán es: “Alphanumerische Gesellschaft”, fechado en 1989, fue extraído
del libro de Vilém Flusser, Medienkultur. Frankfurt 1997; Cap. III, 41-60.
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aglutinantes, las aislantes y las flexionadas. Como sea que fuera el aspecto que pudiese haber
tenido una lengua arcaica común y si es que en principio existió una tal, es algo que no lo
podemos saber. El alfabeto ha sido introducido en la región de las lenguas flexionadas y ha
sido hasta el día de hoy de incómodo uso para otros tipos de lenguaje. Las lenguas flexionadas
(esto es, las hamito-semíticas y las indo-europeas) forman enunciados (proposiciones,
“frases”), y por cierto, según el esquema “sujeto-predicado-objeto”, y para este fin utilizan
palabras que se han adecuado a la estructura de la frase (por ejemplo, allí donde se han
convertido en sustantivos o en verbos). Las palabras “se flexionan” para configurar
proposiciones. Las lenguas aglutinantes pegan las palabras, unas con otras, mediante prefijos,
infijos y sufijos, para formar conglomerados de significación. Las lenguas aislantes disponen
silabas (a menudo de a dos) en contextos y estos mosaicos portan el significado. Lo que
significa que las lenguas flexionadas cifran las informaciones en procesos, las aglutinantes en
figuras y las aislantes en escenas. Esta distinción es muy grosera porque las lenguas son
sistemas abiertos que interactúan. Existen también en la región de nuestro tipo lingüístico
tendencias aglutinantes y aislantes (por ejemplo, de un lado, “sociedad viajera de vapores del
Danubio” “Donaudampfschiffahrtsgesellschaft” y, del otro, “put”, “get” o “let”) y no obstante, el
carácter discursivo y fundamentalmente procesual de nuestro tipo lingüístico es decisivo para la
invención del alfabeto: debe acentuar y disciplinar este carácter.
Las letras no sólo tornan visibles los fonemas, sino que los ordenan también en filas (líneas).
La mano que escribe tiene que estirarse a lo largo de las líneas y el ojo lector ha de seguirlas.
El modelo para esto es el surco: la mano que escribe graba el surco y siembra la semilla, y el
ojo lector selecciona el grano maduro. De allí que “escribir” (scribere, graphein) diga
originariamente “rasgar, grabar” y “leer” (legere, legein) sea originariamente “seleccionar”. Lo
que significa que tanto el pensamiento escrito como el leído están obligados a avanzar de un
modo procesual y lineal. Este ordenamiento lineal ha sido formulado siempre de una manera
precisa, sigue siempre reglas mucho más elaboradas. Si bien estas reglas están
extraordinariamente ramificadas pueden ser concebidas bajo el nombre colectivo de ortografía,
dentro de la cual han de ser incluidas la gramática, la lógica y la consistencia del discurso. De
allí que pueda decirse que, el alfabeto fue introducido para disciplinar el pensamiento procesual
y para poder hablar, en verdad, recién “correctamente”. De hecho, las lenguas flexionadas
pueden desarrollar las posibilidades que se han puesto en ellas, primeramente, como lenguas
escritas.
Esta es una explicación bien radical de la invención del alfabeto. Dice que: el alfabeto ha
dispuesto el largo desvío que va desde el pensar hasta la escritura a través del lenguaje,
forzando al pensamiento a transformarse en un discurso procesual, progresivo y disciplinado.
Actualizando la tendencia contenida en las lenguas flexionadas solamente como ocasión para
una conciencia histórica. Es gracias a la invención del alfabeto que la historia en sentido propio
se hace recién posible y, en efecto, no porque el alfabeto fije los sucesos, sino porque de antes
no era posible pensar ningún suceso sino sólo acontecimientos. En virtud de esta explicación
solo aquellos que son capaces de dominar el alfabeto disponen de una conciencia histórica.
Esto es radical, pues esta interpretación no solamente priva de conciencia histórica a los
analfabetos, sino a todas aquellas culturas no alfabetizadas. En lugar de esto, a aquellos se les
permite otros modos de conciencia para nosotros inadmisibles. Desde esta interpretación
radical del alfabeto han de partir las siguientes reflexiones, si es que ha de ponerse de relieve,
también, que estemos a punto de abandonar la conciencia histórica (digamos, la lectura, en el
sentido estricto de esta palabra).
Al inicio de la historia y en el transcurso de gran parte de una sección de ella, el alfabeto estuvo
reservado para una elite. Configuró un código secreto y sólo aquellos que estuviesen iniciados
en él disponían de una conciencia histórica. La mayor parte de la sociedad siguió orientándose,
en adelante, en el mundo, mediante objetos duros, sobretodo, mediante imágenes y gracias al
lenguaje hablado. Lo que significa que, gran parte de la sociedad vivía en una conciencia
mítica y mágica. Sería un error suponer que la historia haya sido una materia exclusiva de la
elite y que a gran parte de la sociedad le haya quedado desapercibida. Hubo ciertamente entre
la elite y la masa (entre los textos elitistas y las imágenes y leyendas populares) un feedback
muy activo, gracias al cual el pensamiento histórico se cargaba siempre nuevamente con
elementos míticos y mágicos, y el pensamiento mítico mágico siempre se fue convirtiendo en
histórico. En este feedback, en esta “dialéctica interna” de la sociedad, uno puede reconocer
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justamente la dinámica que impulsa a la historia. Mientras los textos explicaban
progresivamente las imágenes (las recodificaban en líneas alfabéticas), las imágenes iban
invadiendo una y otra vez los textos que ellas “explicaban”, para “ilustrarlos”. De ese modo, el
pensamiento conceptual alfabético se fue haciendo siempre más imaginativo y el de imágenes
siempre más conceptual. Esto puede reconocerse claramente, y en particular, a fines de esta
sección de la historia, esto es, en la Edad Media: la elite alfabetizada (la iglesia) se orientó
efectivamente por medio de textos lineales (sobre todo de la Biblia y de Aristóteles) y por esto
pensó históricamente (en el sentido de una historia sagrada), pero las imágenes y los mitos
arremetían constantemente en su conciencia y tenían que ser incorporados en un
pensamiento textual (por ejemplo: como iluminaciones, capiteles o vitrales). Y la masa de los
analfabetos se orientó, por cierto, por medio de imágenes, mitos y rituales mágicos (digamos
fiestas y bailes), pero la historia sagrada caló cada vez más hondo en su conciencia, de
manera que las imágenes, los mitos y las fiestas se hicieron cada vez más históricas,
conceptuales y “cristianas”.
Sin embargo, el alfabeto no es ningún código “puro” sino que lleva siempre con él ideogramas.
El pensamiento de los escribientes, de los literatti (hoy día diríamos: de los intelectuales) no es
únicamente procesual histórico, sino también calculador, formal, y esta contradicción interna en
la conciencia de la elite no ha sido, en efecto, jamás, superada. Dicho en otras palabras:
nuestra sociedad no ha sido codificada puramente de forma alfabética sino alfanuméricamente.
Los primeros trozos de escritura que nos han sido conservados (tablillas de barro) muestran
formas que representan pensamientos y no sonidos. Lo importante es el tipo de estos
pensamientos: se trata de cuantificaciones. Por ello tomemos un ejemplo particularmente
típico: cuando se hubo realizado casi el tránsito del paleolítico al neolítico, o sea de la vida
cazadora y recolectora a la de plantadores y criadores, y la gente se hubo asentado en las
orillas de los ríos, surgió el problema de regular el curso de los ríos para evitar las inundaciones
de los campos, pero también para canalizar el riego de las plantas. Dicho brevemente, el
problema de la canalización fue de relevancia vital. Se demostró que no era factible hurgar en
el barro sin un plan (o dejar que los esclavos lo hiciesen). Era mucho más pertinente subirse a
una colina (como subirse arriba del montón de basura de la cocina) y observar desde allí la
situación. Desde este elevado punto de observación se trazaron proyectos para futuras
instalaciones de riego. En estos proyectos se trata de figuras que han sido dibujadas sobre
ladrillos de barro. No eran réplicas de fenómenos ya vistos, como era el caso de todas las
imágenes anteriores. Eran imágenes de conceptos (ideogramas), y los conceptos aludían a
fenómenos “posibles”, a fenómenos aún no realizados (canales por excavar). Las personas que
habían inscrito estos proyectos en el barro, estos primeros geómetras, pensaron formalmente,
formularon pensamientos: fueron los primeros intelectuales. Y puesto que ellos prescribieron a
la sociedad la conducta (ofreciendo modelos para la construcción de canales), representan la
primera forma de un gobierno “racional”. Este pensamiento formal codificado en figuras como
rectas, círculos y triángulos anduvo siempre mano a mano con el pensamiento codificado en
forma de procesos y discursivo de la elite alfabetizada. En el código alfabético se encontraron
siempre signos de escritura, los que articulaban esta forma cuantificadora de pensar. En un
sentido amplio podríamos llamar a estos ideogramas “números”, porque aluden a conceptos
mediante los cuales pueden medirse fenómenos; por eso es que puede hablarse de un código
alfanumérico.
Si bien con la invención del alfabeto se dio vida a la conciencia histórica y aunque esta
conciencia se confrontase con aquella conciencia mítico mágica que la precedió, ella no llegó
nunca a ser una conciencia puramente procesual. Siempre tuvo elementos formales y
matemáticos en ella, lo que se muestra en que la escritura alfabética siempre tenía que incluir
también números. Solo que ahora el pensamiento procesual y el formal no llegan a unirse más,
de un modo estructural, uno con otro. Como es de observarse en la lectura de los textos
alfanuméricos: en la lectura literal los ojos van siguiendo a la línea, en cambio, en la lectura de
figuras geometrías o aritméticas los ojos se mueven de un modo circular. Las figuras
geométricas y los algoritmos configuran islas en las corrientes de las letras, son interrupciones
del discurso. Esta dialéctica interna en la conciencia de la elite alfabetizada se expresa muy
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tempranamente como en la disputa presocrática entre Heráclito y Parménides: para el uno todo
fluye y para el otro el ser es inmóvil.
Con la invención de la imprenta el alfabeto se difundió entre los ciudadanos y, algo más tarde,
con la introducción de la enseñanza obligatoria, el alfabeto se transformó en un código de
común disponibilidad, presente por doquier en la sociedad. Hoy en día estamos ahogados en
una marea aún creciente de cosas escritas impresas de una forma cada vez más barata y
despreciable. La conciencia histórica ha devenido un bien común devaluado en un cierto
sentido por la inflación, cualquiera puede leer letras. De todos modos, con ello, no se ha
logrado sacar del mundo la conciencia mítica mágica, sino que solamente se le ha reprimido y
amenaza siempre con irrumpir de un modo desenfrenado. El pasado más reciente lo
demuestra. No obstante, con esta democratización algo ambivalente de la capacidad de lectura
se ha puesto en marcha un cambio en la conciencia (y en la estructura de la sociedad) que es
mucho más interesante.
El Renacimiento puede ser considerado como una revolución de los habitantes de la ciudad (de
los artesanos y los comerciantes) frente a la elite alfabetizadora (frente al obispo). Uno podría
intentar explicar esta revolución desde el mercado. Antes salía el obispo todas las mañanas de
la catedral a la plaza del mercado, para criticar las mercancías allí expuestas mediante textos
(como la Biblia) y para establecer su “correcto” valor de cambio (praecium iustum). Después el
mercado se hizo “libre”, lo que significa que los valores de cambio se regulan desde sí, de un
modo cibernéticamente, por ejemplo, según la oferta y la demanda. Desde el punto de vista del
obispo los objetos artesanales que habían sido puestos en el mercado como los zapatos o las
vasijas, eran más o menos copias perfectas de las ideas eternamente invariables (algo así
como el ideal de zapato y el de vasija), y su valor era el grado de perfección que alcanzasen
estas copias. No obstante, desde el punto de vista del artesano estas artesanías fueron
configuradas según las ideas del productor y estas formas podían ser mejoradas. De allí que
los artesanos negasen la autoridad del obispo (y con ello de la iglesia en general), para criticar
los productos que habían sido puestos en el mercado. Este distingo en la actitud ante las ideas
(las formas) es la verdadera raíz de la Época Moderna, la modernidad.
Para la conciencia escritural, tanto para la clásica como para la cristiana, se cierra sobre
nosotros un texto trascendente que podemos leer, y conforme al cual nos hemos de conducir.
En este texto se han conservado inmodificadas todas las informaciones (formas, ideas), y
podemos gracias a la teoría, y/o a la creencia, contemplar este texto leyéndolo. (Esto es aún
más claro en el Islam: lo escrito, maqtup puede ser leído y el Corán es la llave para descifrar el
texto, el destino.) Sin embargo, para los artesanos revolucionarios las informaciones se
configuran en el transcurso generalmente de la praxis: el trabajo es la fuente de todos los
conocimientos, vivencias y valores. El cómo deba ser una vasija no es algo que deba ser leído
en cualquier parte, sino que viene a resultar recién cuando se toma la arcilla en la mano y se la
trabaja. Y mientras más vasijas se hagan a lo largo del tiempo, tanto mucho mejor se podrá
establecer como ellas deban de ser. Las informaciones (formas, conocimiento, valores) no son
eternamente invariables, sino que son progresivamente mejorables: ellas son modelos.
Para los escribientes la teoría es una lectura contemplativa de formas invariables. Ella se ha
convertido ahora en una actividad: tiene modelos que proponerle a la praxis y estos modelos
son progresivamente mejorables por medio de la praxis. Con ello entra la teoría en una doble
contradicción: por un lado ha de ser puesta en observación -ella ha de ver lo que pasa en el
taller; y por otro lado, ella ha de ponerse ante el experimento –ella ha de ver lo que sucede en
el taller cuando se emplean allí los modelos propuestos. Esta contradicción entre la teoría y la
observación por un lado, la teoría y el experimento por el otro, conducen a la ciencia moderna,
a la técnica moderna, a la revolución industrial y al mundo en el que actualmente vivimos.
Los teóricos que se instalan en adelante en el taller y en la industria tienen modelos que
entregar para la praxis. Tienen que proponer formas para el tratamiento de los objetos. El
conjunto de los objetos puede ser llamado “naturaleza” de modo tal que se pueda esperar de
los teóricos instalados ante todo ciencia natural. Ante todo se establece que la naturaleza no es
fácilmente describible, pero que ella es muy calculable; que los números son para ella más
adecuados que las letras; que el texto de la naturaleza –si se quisiera ver a la naturaleza de la
traducción efectivamente como un texto- no parece estar escrito en letras, sino en números. De
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allí que los teóricos (y más tarde, en general, los intelectuales) han de abandonar la escritura y
lectura de letras a favor de la escritura y lectura de números. Y por tanto, mientras que la
sociedad en su totalidad lee cada vez más letras, los intelectuales se concentran sobre
números y se transforman a partir de esto (por así decir, por detrás) nuevamente en una elite
dominante en posesión de un código secreto, por ejemplo, del código digital. O dicho de otro
modo: mientras la sociedad en su totalidad se torna cada vez más consciente históricamente,
la elite abandona este nivel de conciencia y comienza a pensar formalmente.
Ya en los comienzos del Renacimiento (ya con Nicolás de Cusa) se distinguen las ventajas del
pensamiento matemático en comparación con el pensamiento histórico. Pero la problemática
de éste pensamiento viene a ser atrapada recién en forma efectiva con Descartes. Esto lo
podemos sintetizar brevemente de la siguiente manera: el pensamiento de números es más
claro y distinto que el pensamiento de letras, porque las letras se funden unas con otras,
mientras que el número se separa de cada otro mediante un intervalo claro y distinto. De allí
que la cosa que piensa (res cogitans) clara y distinta sea una cosa aritmética. Frente a esto, la
naturaleza como contexto de objetos es una cosa que se extiende (res extensa) sin intervalos.
Si coloco la cosa pensante en la cosa extensa (adaequatio intellectus ad rem) corro el peligro
así de que la cosa extensa se me escape por los espacios de la pensante. No obstante, esto
puede ser remediado: yo puedo fichar cada punto de la cosa extensa con números. La
geometría analítica es una recodificación disciplinada de la geometría en aritmética, la que
permite manejar y conocer la naturaleza. Con todo, con posterioridad ha quedado establecido
que con ello los intervalos entre los números no han podido ser eliminados: los puntos que no
han sido fichados se escapan de todos modos y no llegan a ser concebidos. De allí que
Newton y Leibniz zurcen los intervalos (o integran las diferenciales) mediante números de un
orden más elevado. Gracias a estas ecuaciones diferenciales pueden ser atrapados ahora, en
principio, todos los puntos del mundo, lo que significa que todos los procesos pueden ser
expresados en formulas. El pensamiento histórico procesual es sometido al calculador formal, a
costa de un código numérico que la sociedad en su totalidad no puede leer y que por ello
mismo ha de seguir ciegamente como una vez lo hicieran los analfabetos con los textos de los
literatti. Los números que se han emancipado de las letras son ordenados en un código cada
vez más refinado y de reglas que se perfeccionan constantemente, y estos códigos son
ilegibles para la sociedad.
Al comienzo de nuestro siglo daba la impresión de que estábamos al borde de la certeza y del
dominio absoluto de las ciencias. Todo podía ser formulado (reconocido) por ecuaciones
diferenciales y las ecuaciones podían ser empleadas como modelos de trabajo (todo era
factible). Esta es la verdadera razón para el optimismo cultural de nuestros padres. No
obstante, para emplear ecuaciones diferenciales éstas han de codificarse nuevamente
(rückkodieren) a números básicos (a números “naturales”), se las tiene que numerar. Lo que
desde un punto de vista teórico, obviamente, es posible. Pero se ha comprobado que con
ecuaciones complejas esto puede tardar mucho (más allá de una vida humana) y en
ecuaciones aún más complejas sería más larga que la duración prevista para el universo.
Puesto que la mayoría de las ecuaciones interesantes son muy complejas, se ha comprobado
que ellas no son de ninguna utilidad en la práctica. Existen todavía problemas insolubles. Esa
es la razón verdadera de nuestro pesimismo cultural.
Con el fin de acelerar el cálculo de las ecuaciones diferenciales fueron inventados los
computadores. Con ello, en efecto, se ha logrado atender a una serie completa de problemas
anteriormente insolubles (la competencia del hacer ha aumentado con eso notoriamente), pero
los problemas fundamentales en adelante son demasiado complejos como para poder
resolverlos mediante la velocidad del computador. Por otro lado, en relación con los
computadores se han producido hechos completamente inesperados, de cuyo control todavía
nos hallamos bastante alejados.
En principio se ha mostrado que con la velocidad de cálculo alcanzada con los computadores
todos los métodos de cálculo elegante elaborados en el transcurso de la Época Moderna se
han vuelto superficiales. Basta con que se opere de manera bien primitiva con dos números
básicos (1 y 0). Basta con “digitalizar”. El nivel de conciencia matemático calculador se hizo
mecanizable y con ello transferible del hombre a las máquinas. De ahí en adelante, nosotros no
tenemos que escribir ni números ni leerlos, pues esto se ha transformado en una actividad
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indigna humanamente hablando. Por el contrario, es nuestra tarea manipular la estructura del
universo numérico (programar las máquinas para el cálculo). Este paso atrás que va desde el
numerar y de antes hacia el análisis y la síntesis de estructuras, abre un plano para el
pensamiento formal que es francamente vertiginoso. Un pensamiento de ese tipo tiene que
elaborar códigos para articularse. Este código exige una iniciación prolongada y los iniciados
en ello configuran una elite social. Ciertamente podemos observar como los niños trepan
lúdicamente este nuevo nivel de conciencia y se sientan fascinados frente a sus computadores,
no obstante, tengamos la sensación que estos niños son dirigidos por programas de los que no
tienen ninguna idea. El concepto de la “caja negra” (de un instrumento ciertamente útil en
general, pero no por ello transparente) comienza crecientemente a aumentar en significado.
En segundo lugar, se ha comprobado que los computadores no sólo calculan, sino que
sorprendentemente también computan. Ellos desarman los algoritmos no solamente en
números (en bits en forma de puntos), sino que reúnen también estos bits en figuras, por
ejemplo, en líneas, en superficies (en el futuro, también, en cuerpos y en cuerpos que se
mueven), pero también en tonos. Estas figuras pueden ser combinadas una con otras, por
ejemplo, conformando cuerpos en movimiento con colores y sonidos; mundos totalmente
alternativos se han hecho computables a partir de los números. Estos mundos vivenciables
(estéticos) le deben su posible fabricación al pensamiento formal matemático. Lo que tiene
como consecuencia que, no solamente los teóricos científicos y sus técnicos que aplican sus
teorías tienen que aprender el código de este nuevo nivel de conciencia, sino en general todos
los intelectuales (y sobre todo los artistas), si es que quieren tomar parte en la empresa cultural
del futuro. Quien no pueda leer los nuevos códigos es un analfabeto a lo menos en un sentido
radical como lo fueran aquellos no documentados en la escritura en el pasado.
Lo decisivo para nuestro tema en estas reflexiones es que los nuevos códigos computacionales
son “ideográficos”, por lo tanto, ellos han roto el nexo entre pensamiento y lenguaje. La nueva
elite piensa en números, en formas, en colores, en tonos, y cada vez menos en palabras. Las
reglas de su pensamiento son matemática, cromática, musical, y cada vez menos “lógica”. Es
un pensamiento cada vez menos discursivo y cada vez más sintético, estructural. Tras el
abandono del alfabeto los números no solamente dejaron “atrás” el pensamiento histórico, sino
que han desarrollado un concepto del tiempo completamente no histórico (como se expresa
matemáticamente quizá en la segunda ley de termodinámica). El pensamiento causal histórico
es apartado como un pensamiento estadístico calculador. El pensamiento elitista se ha
emancipado de la estructura discursiva de nuestro lenguaje y conoce, vivencia y valora el
mundo y a sí mismo no más como procesos, sino como computaciones, algo así como
sinuosidades de campos de relación. La lectura de letras va ha ser considerada en el futuro
como un síntoma de mentalidad atrasada como por ejemplo, el pensamiento mítico mágico en
la Época Moderna.
Desde ésta perspectiva la situación actual podría quizá de la siguiente manera: una elite, cuya
tendencia hermética es reforzada continuamente, proyecta modelos de conocimiento, de
vivencia y de comportamiento con ayuda de las así llamadas “inteligencias artificiales”, las
cuales son programadas por esta elite, y la sociedad se guía por estos modelos ilegibles para
ella, pero acatables. Y puesto que los modelos no son transparentes (“caja negra”) para la
sociedad, ella no es ni siquiera una vez del todo consciente de ser manipulada de esa manera.
En el así llamado “mundo desarrollado” la sociedad es capaz de leer letras de disponer de una
conciencia histórica, pero esto es una desventaja para ella: ella intenta analizar su propia
situación según criterios históricos, sin embargo, estos no son los más adecuados para su
situación. En cambio, en los así llamados países en desarrollo, la sociedad, en general, esta
recién intentando entrar en la historia (aprender a leer, aprender a manipular letras), y respecto
del análisis ofrecido hasta ahora esto vendría a ser directamente cómico, sino fuera tan trágico.
Dicho brevemente el hablar de lenguajes y la recodificación de lenguajes a letras ha llegado al
punto de hacerse superficial (e incluso contra productiva).
Con esta afirmación algo apocalíptica la reflexión se traslada a la consideración de nuestras
lenguas y de los textos que ellas ponen de manifiesto. La afirmación apocalíptica dice que
nosotros habríamos llegado a la situación de abandonar nuestros lenguajes y literaturas
(entendidas como conglomerados de letras), o a lo menos a ser presa de un embrutecimiento
banalizante. Esta afirmación no es aceptable de esa manera, y ciertamente ya no lo es porque
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nosotros con nuestras lenguas y nuestras literaturas habríamos abandonado uno de los más
preciados de nuestros bienes que nos fuera legado por nuestros antepasados. Por ello queda
claro cual ha de ser la función de una Academia Alemana de la Lengua y la Poesía: cuidar y
multiplicar este patrimonio del ámbito de la lengua alemana a pesar de la tendencia general.
El hecho que se haya hablado desde siempre no es motivo suficiente para suponer que en el
futuro también se seguirá hablando. Por ejemplo, por mucho tiempo se ha cazado renos y esta
moda ya no existe más. Además este no sería ningún argumento para un compromiso de esta
academia: como si ella fuese equivalente a una academia de talladores de huesos de oso. Al
contrario, es justamente en el hecho del abandono del lenguaje y de la escritura alfabética, en
el ámbito de lo pensable, donde reside el argumento decisivo del compromiso para esta
empresa académica.
Todos hemos aprendido un lenguaje en nuestra temprana niñez (la así llamada lengua
materna). Estamos preprogramados biológicamente para el hablar, pero no para hablar un
lenguaje especifico. Con el aprendizaje de una lengua se incorpora sobre nuestro
condicionamiento biológico uno cultural. Este es un proceso ambivalente, por el solo hecho que
nos saca de nuestro significado biológico, pero también nos separa de gran parte de la
humanidad que habla distinto y, por cierto, nos separa de un modo más fuerte a como lo hacen
todos los otros restantes códigos culturales (que el dibujar, el cantar o el calcular). A pesar de
esta violenta desventaja del hablar, de la que nosotros debiéramos ser siempre conscientes, el
lenguaje nos sitúa en una, para nosotros, incalculable corriente de informaciones adquiridas –
de conocimientos, vivencias y valores, que han sido adquiridos por innumerables generaciones
y que se han confiado al lenguaje, y esto no solo en aquello que el lenguaje dice, sino también
en el cómo expresa esto. Incluso la estructura de nuestro lenguaje es un almacén de una
experiencia arcaica siempre renovadora. Si se observan los lenguajes desde este punto de
vista, entonces se reconoce en ellos un triunfo de la voluntad humana, de querer otorgarle un
sentido al mundo y a la vida en él contenida.
Algo más tarde (quizá en el sexto año de vida) aprendemos a leer y a escribir. Se ha
comprobado también que esta actividad, que en apariencia es totalmente cultural, se haya
también de alguna manera preprogramada en el cerebro, quizá fue programada allí de parte la
cultura. Se trata en este aprendizaje no solamente de poner de manifiesto el hablar, sino
también de lograr una mirada profunda en él. Con el leer y el escribir tomamos distancia del
lenguaje: este ya no es más un medio, a través del cual nosotros expresamos algo, sino que él
se convierte en un objeto sobre el cual nosotros imprimimos letras. Esta distancia del lenguaje
gracias a la cual él se convierte en un objeto, caracteriza el escribir.
Con el escribir se trata de un gesto lleno de contradicciones. Por un lado, éste siente al
lenguaje como empuja desde su mismo interior, reclamando por ser escrito. Y por otro lado,
recoge él el lenguaje de los otros: quien escribe no solamente se articula a sí mismo, sino que
también está en diálogo con los demás. El escribiente intenta presionar sobre las letras
buscando corresponder con las reglas de la escritura frente al lenguaje, que se le resiste. La
explicación para esta maliciosa resistencia del lenguaje frente al escribiente es el hecho de que
las letras y las reglas de la escritura del lenguaje hablado no se corresponden del todo. Las
letras no son signos para los sonidos hablados espontáneamente, sino para los sonidos
emitidos por convención, y las reglas de la escritura no son las reglas del hablar, sino que ellas
han sido derivadas y perfeccionadas a partir de estas reglas. No se escribe en lenguaje
hablado, sino un lenguaje que ha sido “bien temperado” propiamente para este escribir. Con la
lucha del lenguaje en contra del escribiente se distorsiona el lenguaje y se retuerce, y se
adentran en ello, desde entonces hasta ahora, unas invisibles posibilidades lingüísticas. La
escritura realiza estas virtualidades latentes.
En este punto sería conveniente decir unas palabras respecto del tema del “arte poético”
(Dichtung). El “arte poético” es comprendido a menudo en el sentido del concepto griego de
“poesía”. Poesía (poiesis) alude a la producción de algo nuevo. No está ligada al hablar. En
este sentido las computaciones actuales son extraordinariamente poéticas: los mundos
alternativos y computados pueden ser vistos directamente como ejemplos de una poiesis que
nunca estuvo allí con anterioridad; recién cuando uno se libera del lenguaje puede desplegarse
efectivamente la poesía en este sentido. La palabra “Dichtung” no es griega, sino latina: alude a
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dictum, lo dicho. “Dichtung” significa: algo que antes no había sido dicho hacerlo decible, llevar
a la realidad efectiva una posibilidad lingüística. Con el escribir ha quedado comprobado cómo
muchas e innumerables posibilidades se encuentran latentes en los lenguajes y cómo los
escribientes pueden realizar estas posibilidades; de qué manera el escribiente es capaz de
ampliar ilimitadamente el universo de lo decible y en ello de lo reconocible, vivenciable y
valorable; cuán creativo puede ser él en todos los niveles del lenguaje: desde lo fonético y
sintáctico, por sobre lo rítmico y lo semántico hasta el nivel del discurso. El arte poético no es
sólo localizable en textos así llamados específicos, sino por doquier en la literatura. El peculiar
frenesí con que puede ser sobrecogido el escribiente, caracteriza a toda escritura consciente y
presumiblemente, muy en particular, a la escritura de los textos filosóficos y científicos. Si
tuviésemos que abandonar la escritura de letras (y la ciencia ha llegado ya casi a ese punto),
entonces este peculiar frenesí se perdería a favor de la poesía computarizada.
Con la lectura de textos se nos exhorta a un movimiento doble: en primer término, tenemos que
seguir las líneas para en el punto final recibir la información dirigida hacia nosotros se traslada,
depositarla en nuestra memoria y allí procesarla. Y luego, tenemos que recorrer en el sentido
contrario las líneas, para captar la dinámica detrás de la información (la intención del
escribiente) y entrar con ella en un diálogo. En la actualidad, es muy raro que se lea usando
este método; el texto se recorre solamente por encima. Esta es la razón de la desesperación
del escribiente y el argumento para el abandono del escribir y del leer. Es una consecuencia de
la inflación del texto. Es digno de hacer notar que ni algoritmos, ni programas computacionales
pueden ser leídos por encima de este modo irresponsable.
No obstante, sigue habiendo personas que eventualmente son capaces de leer correctamente
los textos de letras. (Por lo demás es una de las tareas de la academia exigir una lectura tal). El
primer movimiento, el recorrer las líneas hasta el punto final y pasar más allá hacia la reflexión,
muestra el carácter diacrónico lineal del discurso de tales informaciones. A diferencia de los
algoritmos y de las imágenes no se trata de informaciones, que antes fueron recibidas y luego
deben ser analizadas para poder ser recibidas al fin. La lectura de letras demanda un esfuerzo
más grande que la lectura de ideogramas, es más incomoda. Por lo mismo, hace imposible una
recepción no crítica de las informaciones. El seguimiento de las líneas es una gimnasia crítica
del pensamiento. Sobre ello reposa el temor de un crítico cultural de que con la lectura de
letras se vaya a perder también nuestra capacidad crítica.
El segundo movimiento, en sentido contrario, es de lejos mucho más esforzado y, por lo
mismo, actualmente aún mas escaso que el primero. Se trata del intento de ir pasando a través
del texto (y quizá también entre las líneas) hasta el escribiente, y pasando a través de él llegar
hasta su trasfondo. Una larga serie de disciplinas (como la filología, la crítica de textos, la
psicología, la sociología) sigue empeñada en configurar metódicamente esta segunda vía de
lectura. Es importante hacer notar que, tales disciplinas no pueden ser empleadas con
informaciones computarizadas, digamos, con imágenes sintéticas de computador o con
algoritmos programadores. Las que ya son, en su fabricación, informaciones que han sido
analizadas a fondo, y no tiene sentido querer reanalizarlas. Un análisis psicológico de la
imagen de un computador es un mal entendido historicista. A eso es a lo que se refiere
Wittgenstein con la afirmación de que es un sin sentido preguntar por el motivo del enunciado
“uno más uno es dos”. Con el abandono de la lectura de letras se ha ido perdiendo una
dimensión completa de los así llamados “análisis fundamentadores”. A diferencia de los textos
alfabéticos los nuevos medios son totalmente superficiales (por entero, sin trasfondo), son
fácilmente captables, pero para ello intransparentes para quienes no puedan leer sus códigos.
Con esto, hemos introducido algunos argumentos a favor de la preservación de las letras. Pero
son insuficientes; pues se podría replicar a la lectura de las letras, que es un método
absolutamente superado de fijación de lo hablado, con cuya tarea el hablar de ninguna manera
se va perdiendo, sino que recién se despliega correctamente. Los argumentos que esgrimidos
a favor de la preservación de las letras son básicamente argumentos a favor del resguardo y
multiplicación del lenguaje y la poesía – como si las letras fueran el único método para ello (o,
por lo menos, el mejor). Pero esto no es cierto, los discos y las grabaciones pueden retener
mejor los lenguajes que las letras. Las letras resguardan sólo algunos pocos parámetros del
hablar y pierden muchos otros (como todos los parámetros de voz), que los discos y
grabaciones pueden resguardar fielmente tanto como lo literal. Además los soportes de
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memoria audiovisual (como films o video casettes) no solo pueden guardar el lenguaje de los
hablantes, sino también sus gestos lingüísticos, que no son ajenos al significado de lo dicho.
Estos son fuertes contra argumentos, pero tampoco hay que entregarse a ellos. En efecto, de
las letras, tal como fueron puestas en el teclado de las máquinas de escribir (y también de los
progresivos Word processors), emana una peculiar fascinación. Las letras corresponden a uno
de los más antiguos culturemas que hemos conservado. Aunque se hayan ramificado en los
últimos tres a cinco siglos en distintos alfabetos, aún es posible divisar en ellos su forma
originaria. La A muestra todavía los cuernos del toro siríaco, la B muestra todavía las cúpulas
de las casas semíticas, la C (G) muestra todavía la joroba del camello en el desierto de Oriente
próximo. En el trato con las letras aún nos encontramos ligados con el origen de nuestra
cultura, incluso si es que estas letras aparecen en la pantalla del computador. La pérdida de la
lectura de letras sería un quiebre en la tradición, cuya radicalidad no somos siquiera capaces
de concebir, nuestra cultura se habría transformado literalmente en otra (esto es, en una
iletrada). El contra argumento ante el contra argumento dice, según esto: puede ser que la
lectura de letras se haya tornado innecesaria para la conciencia actual y que sea innecesario
asimismo para un pensamiento lingüístico orientado en oposición a esta nueva conciencia.
Pero esto dice únicamente que, la lectura de letras se ha hecho un lujo que sólo algunos
podrán darse (una elite venidera de literatti). Y nosotros, los que estamos aquí reunidos, somos
capaces de darnos ese lujo no porque seamos “reaccionarios” que no aceptamos las nuevas
técnicas, al contrario: nosotros nos damos el lujo de leer letras, precisamente, porque las
nuevas técnicas lo hacen innecesario. Pues las nuevas técnicas transforman la lectura de letra
en aquella actividad que ella era originariamente: una empresa cómoda, contemplativa y
elitista. Leemos letras no porque sea algo de utilidad, sino al revés, para escaparnos del
negocio utilitario. Y esto es lo que dice también originariamente la palabra “academia”: un lugar
para la inspección. Gracias a las nuevas técnicas comienza nuevamente a academizarse la
lectura literal.
Traducción de Breno Onetto,
Universidad Austral de Chile
Valdivia, octubre 2004.
http://www.humanidades.uach.cl/articulos/onetto5.pdf

2 comentarios:

  1. Vilém Flusser (12 de mayo de 1920 en Praga - 27 de noviembre de 1991) es un escritor nacido en una familia de judíos intelectuales.
    [editar] Biografía

    En 1938 comenzó a estudiar filosofía. Luego de la ocupación de Praga por los Nazis en 1939, Flusser emigró a Londres, junto con su futura esposa Edith Barth y su padre. Allí continuó sus estudios en la London School of Economics.

    En 1941 dejó Inglaterra para irse a Brasil. Cuando llegó a Río de Janeiro se enteró de la muerte de su padre Gustav Flusser, representante en el Parlamento del partido social-demócrata. En Brasil, llevó por muchos años una vida divida entre su trabajo y su creciente interés filosófico. Sus primeros artículos fueron publicados por 1961 en el Suplemento Literario do Estado de Sāo Paulo.

    En 1962 es nombrado miembro del Instituto Brasilero de Filosofía.

    Luego de la ocupación militar, se le hizo cada vez más difícil a Flusser publicar sus artículos en Brasil. En 1971 deja Brasil y viaja a Europa con su esposa Edith. Allí da muchas conferencias, comenzando en Merano, Italia.

    En 1983 publica Für eine Philosophie der Fotografie. Ese libro ha tenido gran éxito y ha sido publicado en 14 idiomas diferentes.

    El 27 de noviembre de 1991, Flusser muere en un accidente automovilístico, en el límite de Alemania con Prusia, lugar donde había nacido y al que quería regresar.

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  2. Enlaces

    http://www.equivalence.com/labor/lab_vf.shtml
    Equivalencia : Este sitio fue fundado por Andreas Müller- Pohle , un amigo de la Flussers y el editor de muchos de Vilém Flusser de obras de los años 1980 y 1990. Contiene una breve biografía , un texto más grande autobiográfica escrita por él mismo en Brasil Flusser finales de los sesenta ( traducida al alemán por Edith Flusser ) , un alemán e Inglés Glosario de términos esenciales Flusserian , una referencia a la 10 volúmenes de la edición de Flusser , así como una página de información general relacionados con Flusseriana .

    http://www.claudia-klinger.de/flusser/
    Muere Flusser Archivos: Este sitio principalmente alemanes fue creado por Claudia Klinger . Contiene, entre otras cosas, un informe alemán e italiano en la Puchheim Simposio sobre Flusser , celebrado en 1999 , una lista de libros disponibles , varios comentarios y textos. De interés son también las tablas de surf Flusser y Reinhold contribución original de Grether partiendo de Flusser propia observación: Su nombre significaría " piedra en un río y utilizados para la fabricación de vidrio. "

    http://www.dubitoergosum.xpg.com.br
    Dubito ergo sum : Este sitio brasileño ha sido creado por Gustavo Bernardo Krause. Contiene una excelente selección de textos críticos sobre y alrededor de Flusser (la mayoría de ellos están en Brasil , pero algunos están en alemán , checo e Inglés) . El sitio se ha renovado constantemente durante los últimos años

    http://www.fotoplus.com/flusser/
    Vilém Flusser no Brasil : Este sitio de Brasil y fue creado Inglés por Ricardo Mendes . Está dedicada a los años en que vivió en Flusser Río de Janeiro y São Paulo. Contiene el texto Flusser : uma dos diabos historia y un estudio biográfico de su vida escrita por Ricardo Méndez sí mismo como parte de una publicación académica lanzado en 2000 ( tanto se puede descargar ) . Se puede consultar un banco de datos biográficos de Flusser escritos , así como dos páginas de enlaces a textos de (en Inglés, Francés y portugués) y en Flusser ( en Inglés , francés , alemán y portugués) que se encuentran en Internet.

    http://www.flusser-archive.org/index
    _Vilém_Flusser_Archiv : Este es el sitio oficial del Archivo Flusser que se ha mudado recientemente a la Universität der Künste de Berlín en Berlín , Alemania. Incluye una variedad de materiales interesantes: recortes de audio, noticias, una lista actualizada de investigación dedicada a Flusser , así como una biografía de Flusser y una bibliografía sobre Flusser .

    http://www.fhs.cuni.cz/media/index.php
    Vilém Flusser Centro de Medios de Comunicación y Cultura en la Universidad Charles , Praga, República Checa: El proyecto quiere " construir sobre el legado de Vilém Flusser , que es visto como " el padre de los medios de la filosofía ». Flusser Aunque es respetado entre los expertos , su obra en los ámbitos de la teoría cultural , medial y social y la práctica aún no se aprecia plenamente. Sus textos prever la evolución relacionados con tecnologías de información y comunicación, los cambios en las categorías estéticas y científicas, y el análisis del contenido medial " .

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